jueves, 22 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad


Jerusalén (Tierra Santa) , 22 Dic. 11 (AICA)

Fray Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo”. Con estas palabras de Jesús, citadas en el Evangelio de San Mateo, el Custodio de Tierra Santa, Fray Pierbattista Pizzaballa OFM, comienza su Mensaje para la Navidad de este año.

“Navidad es la historia de un Dios que vino a esconderse en un campo. Escondido, en su hacerse pequeño, hijo de hombre, niño, como todos los niños. Escondido en su nacer en silencio, en Belén. Belén, pequeñísima aldea de un pueblito, en el margen extremo de un inmenso imperio, en una tierra que entonces, al igual que hoy, no conoce la paz. Navidad es también historia de campos y tesoros, de hombres que encuentran el campo y el tesoro”, escribe el Custodio de Tierra Santa, añadiendo que “a muchos, en efecto, les llega la noticia de que ¡el tesoro está justo allí en aquel campo!” y que “lamentablemente no todos lo buscan, no todos lo encuentran, no todos lo dejan todo por atesorarlo”.

Tras señalar que “para poseer un tesoro, en primer lugar, hay que despojarse de todo”, pues “¡Es el único camino!” y “no basta encontrar el tesoro, no basta saber dónde está, hay que jugarse la vida”, fray Pierbattista Pizzaballa recuerda que “las Escrituras son la historia de este tesoro, escondido en el campo, que es el corazón del hombre. Porque cada campo, cada corazón, puede esconder el tesoro. Las Escrituras son la historia de tantos hombres, como nosotros, que se lo jugaron todo ante este descubrimiento”.

“Abraham dejó su propia tierra y sus propios dioses. Moisés perdió las seguridades de su pequeño exilio. David se puso en juego con todo su ser, incluso su pecado. Job tuvo que perderlo todo para lograr conocer a Dios. Luego, los profetas, que nos conducen hasta los magos, los pastores, la viuda pobre, a todos los pequeños del Evangelio. Todos ellos no se echaron atrás”, destaca el Custodio de Tierra Santa.

“El tesoro no lo encuentras de casualidad, no lo posees a medias. El tesoro tiene los colores firmes de todo lo que es radical, absoluto. Debes perderlo todo, para poseerlo. El que ama, lo pierde todo. Porque amar significa perderlo todo, donarlo todo. El primero que asumió este riesgo fue precisamente Él, Jesús, escondido en el campo de Belén, con la esperanza de que todos lo pudieran encontrar. Él fue el que inauguró el camino del perder. Lo perdió todo y encontró al hombre. Como el hombre que pierde todo encuentra a Dios”, explica fray Pizzaballa.

“El camino del perder -reitera- se vuelve camino de encuentro. El que lo recorre encuentra a Dios, al hermano, se encuentra a sí mismo. De este modo, la vida se transforma. Puede ser -y suele ser así– que desde fuera parezca que nada cambia, que la historia y, en particular, la historia de nuestra Tierra Santa, siga siendo la realidad dramática que vemos y vivimos: odios, divisiones, miedos, sospechas, prejuicios, parálisis...”, dice fray Pizzaballa.

“¡Pero, por dentro todo cambia! -exclama el custodio de Tierra Santa-, cambia el enfoque sobre la vida, cambia la forma de estar en ella y por gracia nos encontramos contentos con esta vida, porque esta vida no es sólo un campo, sino que es el campo que esconde el tesoro”.

  El deseo para esta Navidad –termina el Mensaje- “es el de llegar a ser personas que se pierden, dentro de la propia historia, buscando a Dios. Y deseando a Dios, se encuentran en el estupor del descubrimiento de que este tesoro habita, verdaderamente, el campo de la vida, nuestra vida y la de aquellos que tenemos alrededor”.

fuente: www.aica.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario